Resumen:
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Evangelium vitae, traducido al "Evangelio de la vida", es una encíclica papal promulgada el 25 de marzo de 1995 por el Papa Juan Pablo II. Trata temas relacionados con la santidad de la vida humana, incluyendo el asesinato, el aborto, la eutanasia y la pena capital, reafirmando las posturas de la Iglesia sobre dichos temas de una manera generalmente considerada consistente con las enseñanzas anteriores de la Iglesia. Comenzando con una descripción general de las amenazas a la vida humana tanto en el pasado como en el presente, la encíclica ofrece una breve historia de las muchas prohibiciones bíblicas contra el asesinato y cómo esto se relaciona con el concepto de cultura de la vida. La encíclica aborda acciones específicas a la luz de estos pasajes, incluido el aborto (citando a Tertullian, quien llamó al aborto "asesinato anticipado para evitar que alguien nazca"), eutanasia (que Juan Pablo II llama "perversión perturbadora de la misericordia"), y la pena de muerte. Según Juan Pablo II y el magisterio, el único uso potencialmente aceptable de la pena de muerte es cuando de otro modo no sería posible defender a la sociedad, una situación que es rara, si no existe hoy en día. Luego, la encíclica aborda los factores sociales y ecológicos, enfatizando la importancia de una sociedad que se construye alrededor de la familia en lugar de un deseo de mejorar la eficiencia, y enfatizando el deber de cuidar a los pobres y enfermos.La encíclica también se ocupa de los usos adecuados del sexo y la implementación de los conocimientos sobre adolescentes adolescentes de estos comportamientos. Las enseñanzas de Evangelium vitae sobre la inmoralidad del asesinato, el aborto voluntario y la eutanasia son consideradas infalibles por los teólogos católicos, incluidos los "liberales" (Richard Gaillardetz, Hermann Pottmeyer), los "moderados" (Francis A. Sullivan) y los "conservadores" ( Mark Lowery, Lawrence J. Welch). Según estos teólogos, estas tres enseñanzas no son ejemplos de infalibilidad papal, sino ejemplos de la infalibilidad del Magisterio ordinario y universal. En otras palabras, el Papa Juan Pablo II no estaba ejercitando la infalibilidad papal en esta encíclica, pero afirmaba que estas doctrinas ya habían sido enseñadas infaliblemente por los la Iglesia Católica a lo largo de la historia.
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